Ricardo Corazón de León by Jean Flori

Ricardo Corazón de León by Jean Flori

autor:Jean Flori [Flori, Jean]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Referencia, Biografía, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1999-01-01T00:00:00+00:00


«Los que trabajan»

El tercer orden, el de los campesinos y mercaderes, a menudo desdeña, o en todo caso se valora poco en los escritos que tienen el favor del mundo aristocrático y caballeresco. Encontramos eco de ello en la actitud de Ricardo, quien, como las crónicas que nos refieren sus actos, parece haber manifestado cierto desdén por el pueblo llano, dotado de un antisemitismo muy real.

Se hallan algunas huellas en los hechos relatados por los cronistas; comparten las mismas prevenciones sociales, evidentemente las tienen por lo común, pero las consideran poco dignas de mención. Así, las tasas y los impuestos instituidos por Ricardo para la cruzada, más tarde para pagar su rescate, engendran numerosas protestas porque afectan a los poderosos y los eclesiásticos. En cambio, la pesada tasa (ayuda) instaurada en 1198 sobre las tierras cultivadas da lugar solamente a algunas líneas privadas de todo comentario cuando exige el pago de cinco sueldos por cada parcela cultivada (carrucata o hyde) y era recolectada por un representante de las dos otras órdenes, un caballero (miles) y un clérigo. Todos los campesinos (rustici) estaban sometidos a ellos y quienes querían evitarlo debían entregar su mejor buey[711].

Señalemos también la diferencia de trato que separa a los trabajadores de los clérigos y caballeros ante las prohibiciones de juego durante la travesía hacia Tierra Santa: los reyes pueden jugar libremente, los clérigos y caballeros están sometidos a algunas restricciones de apuesta, pero los sirvientes y los marineros deben abstenerse; si infringen la prohibición y no pueden pagar la enmienda, son severamente castigados, flagelados con «barillas» por los sirvientes, arrojados al mar tres días seguidos por los marineros. Los marinos y sirvientes que dejan a sus amos durante la peregrinación son severamente castigados, mientras que se admite que clérigos y caballeros cambien de «casa»[712].

Otro ejemplo de este desdén: cuando atravesaba la aldea de Mileto, en el sur de Italia, el 22 de septiembre de 1190, en compañía de un solo caballero (miles), Ricardo oyó el grito de un ave de presa (halcón o gavilán) procedente de una casa del pueblo. Sin duda, estimando que aquí como en sus dominios la posesión de esas aves era un privilegio aristocrático al que un hombre corriente no sabría tener derecho, Ricardo entra sin ambages en la casa y se apodera del pájaro. Los habitantes del pueblo no lo entendieron así y lo rodearon, amenazadores, algunos armados con bastones. Al principio Ricardo se negó a entregar el ave, pero uno de los campesinos sacó un cuchillo. El rey, entonces, lo golpeó con la empuñadura de su espada, que se rajó con el golpe, alejó a los demás arrojándoles piedras y consiguió por fin escapar. Este episodio poco glorioso parece muy revelador de la mentalidad de Ricardo[713].

Otro episodio, esta vez en ausencia del rey, traduce bien el desprecio de algunos cronistas, más «aristocráticos» todavía que la nobleza laica, hacia el pueblo de los roturiers, en particular cuando estos se atreven a oponerse. Se trata de su interpretación de las tensiones sociales



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